domingo, 22 de junio de 2025

Spallanzani y el jugo gástrico: El científico que tragó carne y la vomitó para entender la digestión

 A finales del siglo XVIII, el cuerpo humano aún guardaba muchos secretos. Uno de los más enigmáticos era el proceso de la digestión. ¿Qué ocurría realmente dentro del estómago después de comer? Algunos médicos pensaban que era solo una mezcla de trituración mecánica y fermentación. Otros hablaban de descomposición. Pero ninguno tenía pruebas. Ninguno... excepto un científico italiano que no conocía límites cuando se trataba de satisfacer su curiosidad.

Su nombre era Lazzaro Spallanzani, y gracias a él, entendemos hoy que la digestión no es un proceso de pudrición, sino una maravilla bioquímica que transforma lo que comemos en vida.

Si te gustó esta historia, no te pierdas la historia de cómo dos médicos derrotaron el dogma de las úlceras en los aós '80 en nuestro blog Historias de Medicina.

Spallanzani y el jugo gástrico

Un pionero con estómago fuerte

Spallanzani no era un médico tradicional. Era un investigador incansable, con un enfoque experimental radical para su época. Ya había hecho avances en la reproducción de animales, la regeneración de tejidos y la microbiología. Pero cuando decidió investigar la digestión, su método fue tan audaz como poco ortodoxo.

En lugar de limitarse a observar desde fuera, decidió mirar desde dentro. Y para eso, recurrió a animales vivos.

Comida con cuerda: la primera endoscopía improvisada

Spallanzani alimentaba a aves y otros animales con pequeños tubos o bolsitas de lino que contenían carne, pan u otros alimentos. Estos recipientes estaban atados a cuerdas largas que permitían recuperarlos más tarde directamente desde el estómago. Era una técnica tan ingeniosa como cruda, pero funcionaba.

Al recuperar los paquetes horas después, descubrió que el alimento se había ablandado y parcialmente descompuesto, no por fermentación externa, sino por la acción de un líquido presente en el estómago. A ese líquido lo llamó jugo gástrico, y fue el primero en sugerir que era el verdadero responsable de la digestión.

Cuando el cuerpo propio se convierte en laboratorio

Pero Spallanzani no se quedó ahí. Llevado por la necesidad de entender mejor el proceso, decidió experimentar en su propio cuerpo. Se cosía pequeños trozos de carne dentro de bolsitas de lino, los tragaba… y luego esperaba. Algunas veces dejaba que salieran naturalmente. Otras, provocaba el vómito para recuperarlos antes.

Podrá parecer repulsivo, pero su determinación dio frutos. Comprobó que la carne se descomponía, no por putrefacción, sino por una acción química constante y específica: el jugo gástrico transformaba los tejidos incluso sin necesidad de aire, descartando por completo la idea de fermentación.

La digestión no es podredumbre: es alquimia biológica

Hoy sabemos que Spallanzani tenía razón. La digestión no implica que la comida se pudra dentro de nosotros. Más bien, es un proceso ordenado y químicamente dirigido por sustancias producidas en el estómago: principalmente ácido clorhídrico y enzimas como la pepsina.

Estas sustancias descomponen las proteínas, eliminan bacterias y preparan los alimentos para su absorción en el intestino. Sin esta acción, ningún nutriente podría ser aprovechado por el cuerpo. Lo que comemos no se pudre. Se transforma. Y esa transformación empieza en el estómago, gracias al jugo gástrico.

El legado de un científico poco valorado

Lazzaro Spallanzani no es tan famoso como otros científicos de su época. Sin embargo, su trabajo fue fundamental para el avance de la medicina moderna. Su enfoque experimental y su valentía —incluso su disposición a ser su propio conejillo de indias— abrieron un nuevo capítulo en el estudio del cuerpo humano.

Gracias a él, la fisiología digestiva dejó de ser un campo de especulación y se convirtió en ciencia comprobable. Anticipó hallazgos que no serían plenamente aceptados hasta décadas después, y su método de observación directa inspiró futuras generaciones de científicos a investigar sin miedo... incluso si eso implicaba cierta incomodidad personal.

¿Qué nos enseña hoy Spallanzani?

Más allá de lo que aprendió sobre el estómago, Spallanzani nos deja una enseñanza que trasciende la medicina: la verdadera ciencia no teme ensuciarse las manos… o el estómago. A veces, para descubrir la verdad, hay que atreverse a hacer lo que nadie más haría.

Y en un mundo donde la ciencia sigue enfrentando dudas, negacionismos y teorías sin fundamento, su ejemplo es más necesario que nunca.

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