martes, 24 de junio de 2025

El extraño uso de la transfusión de sangre de cordero en el siglo XVII

¿Sabías que hubo un tiempo en que se creía que la sangre de cordero podía curar enfermedades, calmar la locura… e incluso rejuvenecer el cuerpo? Esta no es una leyenda medieval, sino una práctica médica real que se puso de moda en Europa durante el siglo XVII. Una época en la que el entusiasmo por la ciencia era tan intenso… como peligroso.

En este artículo de Historias de Medicina, exploramos uno de los episodios más inquietantes (y olvidados) de la historia médica: las transfusiones de sangre animal a humanos.

El extraño uso de la transfusión de sangre de cordero en el siglo XVII

Cuando la sangre animal se convirtió en medicina

Europa, 1667. La ciencia moderna comenzaba a dar sus primeros pasos, pero las certezas eran pocas y los riesgos, enormes. En medio de esta efervescencia experimental, algunos médicos comenzaron a jugar con una idea revolucionaria: inyectar sangre animal en cuerpos humanos.

La transfusión se veía como una posible cura para todo: desde la fiebre hasta la locura, pasando por el envejecimiento. El razonamiento detrás era simple (y erróneo): si los animales eran puros, saludables y libres de vicios humanos… ¿por qué no usar su sangre como medicina?

Jean-Baptiste Denis: el pionero de la transfusión animal

Uno de los primeros en aplicar esta teoría fue Jean-Baptiste Denis, médico personal del rey Luis XIV de Francia. En 1667, Denis transfundió sangre de cordero a un joven con fiebre alta. Milagrosamente, el muchacho se recuperó. La noticia se esparció como pólvora por los salones de París.

Animado por el éxito, Denis intentó repetir el procedimiento en otros pacientes. Pero esta vez, los resultados no fueron alentadores: algunos murieron poco después de recibir la sangre animal. Uno de los casos más trágicos fue el de un paciente llamado Antoine Mauroy, quien falleció tras varias transfusiones.

Un experimento que se volvió moda (y polémica)

Lejos de apagarse, el entusiasmo creció. En cafés y sociedades científicas, surgió un verdadero debate filosófico y médico. Los “pro-transfusionistas” defendían la práctica como una puerta hacia la inmortalidad. Aseguraban que la sangre animal era portadora de virtudes perdidas por los humanos: docilidad, juventud, salud, pureza.

Mientras tanto, los opositores denunciaban los peligros, la falta de ética y la ausencia total de pruebas confiables. Para algunos sectores de la Iglesia, incluso, introducir sangre animal en el cuerpo humano era visto como una forma de profanación.

Prohibición oficial: el fin de una moda peligrosa

Los riesgos comenzaron a ser imposibles de ignorar. Las muertes se acumularon y los escándalos crecieron. En 1670, las autoridades francesas y británicas prohibieron oficialmente las transfusiones de sangre animal a humanos.

La práctica desapareció tan rápido como había surgido. No solo por sus resultados desastrosos, sino también porque la medicina empezaba a volverse más sistemática, más crítica, más científica.

¿Por qué fallaron estas transfusiones?

Hoy sabemos que la sangre no es un “líquido mágico” que puede compartirse entre especies sin consecuencias. Existen diferencias biológicas fundamentales entre la sangre humana y la animal: tipo de glóbulos rojos, proteínas, sistemas inmunológicos.

Cuando se introduce sangre de otro animal, el cuerpo humano reacciona con violencia: la reconoce como invasora y lanza una respuesta inmune agresiva. El resultado puede ser una falla multiorgánica… o la muerte.

De los errores al progreso

Aunque pueda parecernos absurdo, este episodio fue un paso —equivocado, pero necesario— en la larga marcha de la medicina. Los fracasos de Denis y sus colegas alertaron a la comunidad científica sobre los riesgos de experimentar sin comprender lo que se hace.

Pasarían casi 200 años hasta que se descubrieran los grupos sanguíneos y los mecanismos de compatibilidad. Gracias a estos avances, las transfusiones se volvieron no solo seguras, sino una de las prácticas médicas más valiosas del siglo XX.

De la sangre de cordero… a salvar millones de vidas

Hoy, las transfusiones se realizan con controles estrictos, bancos de sangre, pruebas de compatibilidad y equipos especializados. Millones de personas en todo el mundo sobreviven cada año gracias a este procedimiento.

Y aunque ya no usamos sangre de cordero para curar la fiebre, esta historia nos recuerda algo fundamental: la medicina ha sido —y seguirá siendo— un viaje lleno de errores, descubrimientos y lecciones que nos salvan la vida.

¿Qué aprendemos de esta historia?

Que la medicina necesita ciencia, no intuiciones.

Que los avances de hoy se construyen sobre los fracasos del pasado.

Que la salud humana no debe dejarse en manos de modas… por más prometedoras que parezcan.

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