sábado, 12 de julio de 2025

Ambroise Paré: El Barbero que Dio Nacimiento a la Cirugía Moderna por Error

París, año 1535. En medio del frío y la oscuridad, un joven aprendiz llamado Ambroise Paré se escabullía por las noches para estudiar cuerpos sin vida. No era médico de universidad. No tenía un título. Era barbero-cirujano, un oficio que muchos consideraban poco más que carnicero. Sin embargo, ese joven cambiaría la historia de la medicina para siempre. ¿Cómo lo logró? Todo comenzó con un error. Uno que salvó vidas.

el padre de la cirugía moderna

Una medicina brutal y sin esperanza

En el siglo XVI, las guerras eran constantes. Y con ellas, llegaban las heridas horribles: huesos rotos, miembros desgarrados, sangrados incontrolables. Los tratamientos eran igual de crueles. Uno de los más usados consistía en verter aceite hirviendo sobre las heridas abiertas para evitar infecciones. En teoría, cauterizaba. En la práctica… provocaba dolor insoportable y, muchas veces, una muerte lenta por gangrena.

Los médicos de aquel tiempo seguían normas heredadas de Galeno y otros antiguos. No se cuestionaba nada. Todo estaba regido por la tradición. Paré, sin embargo, tenía algo diferente: curiosidad, compasión y el coraje de pensar por sí mismo.

Batalla de Turín, 1537: el día que todo cambió

Durante la Batalla de Turín, Paré acompañaba a las tropas como cirujano de guerra. Trabajaba sin descanso, atendiendo a soldados mutilados por balas y espadas. Una noche, se le acabó el aceite hirviendo. En medio del caos, improvisó. Mezcló yema de huevo, aceite de rosas y trementina, y lo aplicó sobre las heridas de varios hombres.

Durmió mal. Temía que todos murieran. Pero al amanecer, para su sorpresa, los soldados tratados con su mezcla estaban vivos, sin fiebre, sin gangrena y con menos dolor. Ese momento cambió su forma de ver la cirugía. Si un remedio suave había funcionado mejor que el método brutal, ¿qué otras verdades médicas eran falsas?

El nacimiento de un revolucionario

Desde ese día, Ambroise Paré se propuso mejorar los tratamientos. Observaba, experimentaba y, sobre todo, escuchaba al cuerpo humano. Su mayor contribución llegó al cambiar el modo en que se detenía una hemorragia.

Hasta entonces, los cirujanos cauterizaban las arterias con hierro al rojo vivo. Paré introdujo el uso de ligaduras, es decir, atar los vasos sanguíneos con hilos para detener la sangre. Un procedimiento más limpio, menos doloroso y mucho más efectivo. Aunque hoy parece algo obvio, en su época fue considerado casi una herejía.

Además, diseñó prótesis para amputados, como manos de hierro articuladas o piernas de madera, mucho más funcionales que los modelos anteriores. También escribió tratados médicos en francés, rompiendo la tradición elitista de usar solo latín. Esto permitió que su conocimiento llegara a otros cirujanos, barberos y ayudantes de todo el país.

Rechazado por los médicos, aclamado por los soldados

Paré no tenía estudios universitarios. Era un "simple barbero", y eso le valió el desprecio de muchos médicos de la corte. Sin embargo, su fama creció. Los soldados preferían ser atendidos por él, y su reputación llegó hasta el rey Enrique II, quien lo nombró su cirujano real.

A lo largo de su vida, Paré atendió a cuatro reyes de Francia, participó en decenas de batallas, escribió más de 20 libros y dejó un legado que aún hoy se estudia en las facultades de medicina. Fue uno de los primeros en entender que la medicina debía adaptarse al paciente y no al revés.

La frase que resume toda su filosofía

Ambroise Paré murió en 1590, a los 80 años. Sus últimas palabras, según cuenta la historia, fueron:

"Yo lo curé, pero Dios lo sanó."

Con esa frase, resumió su humildad y su respeto por la vida. No buscaba gloria. Solo quería aliviar el sufrimiento humano. En una época dominada por supersticiones, dogmas y prácticas inhumanas, él eligió el camino de la observación, la empatía y el cambio.

El legado de Paré hoy

Cada vez que un cirujano realiza una operación con técnicas limpias y seguras, Ambroise Paré está presente. Cada vez que un paciente recibe una prótesis que le permite caminar, hablar o moverse con dignidad, es gracias a la visión de este hombre. Su vida demuestra que no hace falta tener un título para cambiar el mundo, sino valentía para hacer preguntas y humanidad para buscar respuestas.

Así Luce una Célula Humana por Dentro: El Modelo Más Detallado Jamás Creado

¿Te has preguntado alguna vez cómo se ve realmente una célula humana por dentro? No estamos hablando de los esquemas planos y simples de los libros escolares, sino de una visión tridimensional, precisa y asombrosamente compleja de la maquinaria molecular que nos mantiene vivos. Hoy, gracias al trabajo conjunto de la ciencia y la tecnología, tenemos ante nosotros la representación más detallada de una célula eucariota jamás creada.

el modelo más detallado de una célula humana

Una Célula como Nunca la Habías Visto

Esta imagen no es una ilustración artística ni una simple interpretación. Es el resultado de combinar tres de las técnicas más avanzadas en biología estructural: rayos X, resonancia magnética nuclear (RMN) y criomicroscopía electrónica. Cada píxel, cada forma, cada color, representa una estructura real que existe en nuestras células.

Detrás de este modelo está la colaboración entre Evan Ingersoll y Gaël McGill, quienes bautizaron la obra como “Sección transversal del paisaje celular a través de una célula eucariota”. Su objetivo fue ambicioso: capturar y mostrar la asombrosa complejidad de la célula a nivel molecular.

¿Qué Hay Dentro de una Célula Humana?

En esta representación podemos ver con claridad una coreografía fascinante entre orgánulos, proteínas, membranas y otras estructuras vitales. Algunos de los elementos destacados incluyen:

  • Mitocondrias (a la izquierda), responsables de generar energía celular a través de la respiración.
  • Retículo endoplasmático rugoso y liso, donde se fabrican y procesan proteínas y lípidos.
  • Aparato de Golgi, que empaqueta y distribuye proteínas.
  • Citoesqueleto, que actúa como andamiaje interno.
  • Canales y bombas de membrana, por donde entran y salen sustancias.
  • Vesículas, que transportan moléculas de un punto a otro.

Todo está representado con un nivel de detalle sin precedentes: desde la disposición de las proteínas de membrana hasta el entrelazado del ADN y los ribosomas ensamblando cadenas de aminoácidos.

La Ciencia Detrás de la Imagen

Este modelo es una hazaña científica. No se trata de una fotografía, sino de una reconstrucción digital basada en datos reales obtenidos a través de:

  • Rayos X cristalográficos, que muestran cómo se organizan los átomos en las moléculas biológicas.
  • RMN, que revela la dinámica de las proteínas en movimiento.
  • Criomicroscopía electrónica, que congela las células y permite verlas a nivel nanométrico sin destruirlas.

A diferencia de una célula real, donde muchas de estas moléculas están presentes en cantidades miles de veces mayores o menores, esta representación condensa todos los actores principales para que puedan ser visualizados simultáneamente.

¿Por Qué es Tan Importante Este Modelo?

Esta imagen no solo es bella, es educativa. Sirve para:

  • Comprender cómo interactúan las moléculas dentro de nuestras células.
  • Visualizar procesos complejos como la transducción de señales, la síntesis de proteínas, la adhesión celular, la apoptosis (muerte celular programada) o la endocitosis (absorción de sustancias).
  • Facilitar la enseñanza de la biología molecular a estudiantes, médicos e investigadores.
  • Inspirar nuevas preguntas científicas a partir de una comprensión visual más clara del espacio celular.

Un Viaje al Corazón de la Vida

Observar esta célula es como mirar el interior de una gran ciudad microscópica. Todo se mueve, todo tiene una función, todo está conectado. No hay una sola molécula fuera de lugar. Es un universo que ocurre en cada célula de tu cuerpo, cada segundo, sin que lo percibas.

Este tipo de modelos abren una nueva etapa en la historia de la medicina y la biología: la etapa visual, en la que el conocimiento no solo se transmite por texto y fórmulas, sino también por imágenes impactantes que revelan la complejidad invisible que nos compone.

Conclusión

La medicina siempre ha dependido de las herramientas que nos permiten ver lo que antes era invisible: desde los primeros microscopios hasta los escáneres de última generación. Hoy, este modelo tridimensional de una célula humana es un nuevo paso hacia adelante. No solo muestra lo que somos, sino también lo que podemos llegar a entender.

Y tú, ¿te imaginabas que dentro de cada una de tus células existiera tanta belleza?

miércoles, 9 de julio de 2025

El cirujano más rápido (y letal) de la historia: la increíble y aterradora vida de Robert Liston

¿Puede un médico ser tan rápido que mate a más de una persona en una sola cirugía? Sí. Y esto no es leyenda urbana. Ocurrió de verdad.

En la medicina del siglo XIX, el tiempo no solo era oro. Era vida o muerte.

Antes del descubrimiento de la anestesia, las operaciones eran una tortura consciente. Los gritos, los temblores, el olor a carne quemada por el cauterio… y la posibilidad muy real de morir desangrado o de una infección en los días siguientes. En ese mundo brutal, un solo nombre sobresale con una mezcla de asombro y escalofrío: Robert Liston, el cirujano más rápido —y probablemente más peligroso— de su tiempo.

El cirujano más rápido (y letal) de la historia

Un genio del bisturí… con reloj en mano

Robert Liston nació en 1794 en Escocia, y desde muy joven mostró una habilidad quirúrgica fuera de lo común. Era alto, fuerte, con manos grandes y una seguridad que rozaba la arrogancia. Pero tenía un objetivo claro: acabar con el sufrimiento del paciente lo antes posible.

En esa época, sin anestesia ni conocimientos reales de higiene, la velocidad era considerada una virtud médica. Y nadie operaba más rápido que Liston. Podía amputar una pierna en apenas 25 segundos. Algunos cronistas afirman que llegó a hacerlo en solo 15. Para lograrlo, afilaba sus cuchillos como navajas y trabajaba con una precisión brutal.

¿Una cirugía o una escena de terror?

Pero no todo era admirable en su carrera. De hecho, una de sus operaciones se volvió famosa por una razón oscura: fue la única en la historia registrada con una tasa de mortalidad del 300%.

Durante una amputación de pierna a un paciente gravemente enfermo, Liston actuó con tal rapidez que cortó accidentalmente dos dedos de su asistente, y en el mismo movimiento hirió con el bisturí a un médico observador que estaba demasiado cerca.

¿El resultado?

El paciente murió días después por una infección.

El asistente, por gangrena.

El médico observador… falleció al instante de un ataque al corazón tras ver que había sido herido y pensar que moriría.

Una sola operación. Tres muertes.

Un récord tan absurdo como trágico, que quedó en los anales de la medicina como una advertencia de los peligros del exceso de confianza... y de velocidad.

El hombre que operaba más rápido que el dolor

En defensa de Liston, hay que decir que su velocidad realmente salvó vidas en una época sin recursos. Su técnica permitía reducir el tiempo de agonía al mínimo. Y muchas de sus operaciones —a pesar del riesgo— fueron exitosas en una era donde la mayoría de los pacientes morían por infección postoperatoria.

Por ejemplo, mientras la tasa de mortalidad por amputación rondaba el 50%, Liston logró bajarla a apenas un 10% en algunos hospitales. Su obsesión por la eficacia también lo llevó a introducir mejoras como:

El uso del éter cuando recién comenzaba a probarse como anestesia.

La limpieza de instrumentos antes de operar (algo raro para su tiempo).

Una postura crítica hacia colegas que actuaban con lentitud o indecisión.

El bisturí que también cometía errores

A pesar de sus logros, no se puede ignorar que Liston también protagonizó errores quirúrgicos notorios. En una ocasión, al amputar el muslo de un paciente, terminó cortándole también un testículo, todo en el mismo tajo. Un accidente quirúrgico que hoy resultaría impensable, pero que en su época solo fue anotado con asombro y horror.

Un reflejo de su época

Liston no era un monstruo, aunque sus métodos puedan parecerlo hoy. Era, más bien, un reflejo descarnado de su tiempo. Un cirujano que entendía que cada segundo contaba, y que en lugar de detenerse por miedo, optaba por correr más rápido que el dolor... y a veces, también que el sentido común.

Murió en 1847, el mismo año en que la anestesia comenzaba a cambiar radicalmente la cirugía. Muchos creen que si hubiera vivido más, habría sido uno de los grandes cirujanos de la medicina moderna. Otros opinan que su estilo habría quedado obsoleto frente a los nuevos tiempos.

¿Héroe, loco o pionero?

Hoy, la figura de Robert Liston genera opiniones encontradas. Fue sin duda un pionero, alguien que entendió que la cirugía necesitaba valentía, pero también velocidad. Aun así, su historia es una advertencia sobre los riesgos del exceso de confianza, y sobre cómo el progreso médico muchas veces avanza a golpes… o a cortes.

Porque en la sala de operaciones de Liston, el tiempo corría más rápido que la razón. Y a veces, más rápido que la vida misma.

lunes, 7 de julio de 2025

La historia real del primer fármaco contra el cáncer: cómo nació la quimioterapia moderna

Afuera, la nieve cubría Boston con una capa espesa y silenciosa. Era 1947, y el Children's Hospital parecía suspendido en el tiempo, con el aire quieto y las luces amortiguadas. Dentro, los pasillos estaban llenos de niños con leucemia, rostros pálidos marcados por moretones, fiebres persistentes y una fragilidad que partía el alma. No había cura. Solo resignación.

Pero en ese lugar, en ese preciso instante, algo estaba a punto de cambiar para siempre.

cómo nació la quimioterapia moderna

Un médico contra lo inevitable

Sidney Farber, patólogo de profesión y soñador por vocación, caminaba todos los días entre esas camas. Nacido en Buffalo en una familia judía alemana y formado en Harvard, era meticuloso, casi obsesivo. Pero lo que lo distinguía no era su currículum, sino su incapacidad para aceptar lo inevitable. Cada niño que perdía no era un número en una estadística: era una derrota personal.

Farber pasaba horas frente al microscopio, analizando células leucémicas. ¿Qué hacía que estas células crecieran tan rápido? ¿Cómo detenerlas? La medicina de la época solo ofrecía cuidados paliativos. La palabra "cura" ni siquiera se pronunciaba.

El error que cambió la medicina

Por entonces, el ácido fólico se celebraba como una maravilla médica. Había demostrado ser eficaz para tratar la anemia megaloblástica, especialmente en mujeres embarazadas. Farber pensó que si podía estimular la médula ósea en esos casos, tal vez también funcionaría en los niños con leucemia.

Consiguió una versión sintética del ácido fólico y la administró con esperanza. El resultado fue desastroso. La leucemia se aceleró. Las células malignas parecían fortalecerse, multiplicándose con mayor rapidez.

Fue un golpe devastador. Pero en medio del fracaso, apareció una idea brillante: si el folato alimenta a las células cancerosas, ¿por qué no bloquearlo?

La carta que cruzó un océano y una frontera

Farber decidió escribir a Yellapragada Subbarow, un brillante químico indio que trabajaba en los Laboratorios Ledërle de Nueva Jersey. Subbarow también conocía el sufrimiento: había nacido en la pobreza en Andhra Pradesh y emigrado a Estados Unidos para cambiar vidas a través de la química.

Al recibir la carta de Farber, supo que tenía una misión. Se encerró en el laboratorio y comenzó a trabajar en una molécula capaz de sabotear el crecimiento celular, bloqueando una enzima esencial: la dihidrofolato reductasa. Así nació la aminopterina.

Era una versión modificada del ácido fólico, diseñada no para nutrir, sino para interrumpir la síntesis de ADN.

El milagro en Boston

Farber administró la aminopterina a sus pacientes. Nadie sabía qué esperar. Pero entonces, sucedió lo imposible.

Los blastos (células cancerosas) comenzaron a desaparecer de la sangre. Los niños dejaron de sangrar por la nariz, sus moretones se desvanecieron, algunos incluso sonrieron por primera vez en semanas. Era una remisión. Temporal, sí. Incompleta, también. Pero era una señal: el cáncer podía retroceder.

Por primera vez en la historia médica, una enfermedad tan agresiva como la leucemia infantil respondía a un fármaco. La quimioterapia moderna acababa de nacer.

El precio del progreso

La aminopterina fue solo el principio. Luego vendrían otros fármacos, como el metotrexato, que sigue siendo fundamental en el tratamiento del cáncer hoy en día. Pero la victoria tenía un costo. Los efectos secundarios eran severos, los resultados muchas veces efímeros. Aun así, la medicina no volvió a ser la misma.

El caso de Farber y Subbarow abrió la puerta a décadas de investigación oncológica, ensayos clínicos y tratamientos combinados. Demostró que el cáncer no era invencible, y que la ciencia, cuando se combina con empatía, puede lograr lo impensable.

Dos héroes, dos destinos

Sidney Farber fundó el Dana-Farber Cancer Institute, uno de los centros más importantes en oncología pediátrica. Dedicó su vida a mejorar los tratamientos y humanizar la atención a los pacientes.

Yellapragada Subbarow, en cambio, murió joven, en 1948, sin haber recibido el reconocimiento que merecía. Fue olvidado en los libros de medicina occidentales durante décadas, aunque en India se lo honra como héroe nacional.

Ambos, sin embargo, quedaron unidos por una historia que salvó millones de vidas.

¿Cómo actúan los antagonistas del ácido fólico?

Para los curiosos y estudiantes de medicina, vale explicar brevemente cómo funciona este tipo de quimioterapia:

El ácido fólico es esencial para la síntesis de ADN.

Las células cancerosas, que se dividen sin control, requieren mucho folato.

Los antagonistas del folato, como la aminopterina o el metotrexato, bloquean una enzima clave en ese proceso (la dihidrofolato reductasa).

Al impedir la síntesis de ADN, se detiene la proliferación celular.

Dato clínico útil: El uso prolongado de antagonistas del ácido fólico puede causar macrocitosis, es decir, glóbulos rojos más grandes de lo normal, incluso sin anemia evidente. Si observas macrocitos en un hemograma, siempre revisa si el paciente está recibiendo medicamentos como el metotrexato o trimetoprima.

El veneno que salvó vidas

La ironía es inevitable: la quimioterapia es un veneno. Pero administrado con precisión, puede salvar. Así como el fuego puede destruir o dar calor, el metotrexato puede causar daño o dar esperanza. Todo depende de la dosis, del contexto y de la intención.

Aquella primera remisión lograda por Farber duró semanas. Pero marcó el inicio de un nuevo paradigma. De ese invierno helado en Boston surgió una de las herramientas más poderosas de la medicina moderna. Un capítulo que demuestra que incluso en los momentos más oscuros, una idea persistente puede encender la chispa de un cambio global.

domingo, 6 de julio de 2025

Las Mujeres Más Importantes en la Historia de la Medicina

¿Sabías que muchas de las grandes transformaciones en la medicina no fueron hechas por hombres con bata blanca, sino por mujeres que desafiaron todas las reglas de su época? Desde hace siglos, mientras el mundo les cerraba las puertas de las universidades y los hospitales, ellas encontraban caminos para curar, descubrir y cambiar el rumbo de la historia. Hoy te contaremos quiénes fueron esas mujeres en el olvido tan valientes y por qué sus nombres merecen ser recordados.

Mujeres que marcaron un antes y un después en la medicina

Durante mucho tiempo, el papel de las mujeres en la medicina fue invisibilizado. Sin embargo, a lo largo de la historia muchas de ellas hicieron grandes aportes, incluso en condiciones muy difíciles. A continuación, te presentamos algunas de las figuras más destacadas.

Las Mujeres Más Importantes en la Historia de la Medicina

Las Mujeres Más Importantes en la Historia de la Medicina

Elizabeth Blackwell (1821–1910)

La primera médica con título en Estados Unidos

Elizabeth Blackwell fue la primera mujer en recibir un título de doctora en medicina en los Estados Unidos. En 1849, logró entrar a la Universidad de Medicina de Geneva (Nueva York) a pesar de la oposición de profesores y estudiantes. Su ingreso fue casi un “accidente”: los alumnos votaron en broma para admitirla, sin pensar que ella lo lograría.

Gracias a su perseverancia, Blackwell no solo se convirtió en médica, sino que también fundó una escuela para formar a otras mujeres. Fue una pionera en promover la salud femenina y abrir camino para muchas generaciones.

Florence Nightingale (1820–1910)

La dama de la lámpara y madre de la enfermería moderna

Florence Nightingale transformó la enfermería en una profesión respetada. Durante la Guerra de Crimea, organizó la atención médica en los hospitales militares y redujo la mortalidad con medidas tan simples como la higiene.

Además, creó la primera escuela de enfermería y escribió libros que aún hoy se estudian. Nightingale demostró que la observación, la estadística y la compasión pueden salvar vidas.

Marie Curie (1867–1934)

La científica que revolucionó la medicina con la radiactividad

Aunque muchos la recuerdan como física, Marie Curie hizo aportes fundamentales a la medicina. Descubrió el radio y el polonio, elementos radiactivos que permitieron el desarrollo de tratamientos contra el cáncer.

Durante la Primera Guerra Mundial, Curie diseñó unidades móviles de rayos X y capacitó a enfermeras para usarlos en el campo de batalla. Su trabajo permitió diagnósticos más precisos y rápidos, salvando incontables vidas.

Virginia Apgar (1909–1974)

La mujer que ayudó a salvar a millones de recién nacidos

Virginia Apgar fue una anestesióloga estadounidense que desarrolló el famoso “Test de Apgar” en 1952. Este examen rápido permite evaluar el estado de salud de un bebé apenas nace, analizando cinco factores vitales.

Gracias a este invento, se redujo drásticamente la mortalidad neonatal. El test se sigue usando en todo el mundo. Una vida dedicada a cuidar otras vidas desde su primer minuto.

Gerty Cori (1896–1957)

Premio Nobel y pionera del metabolismo humano

Nacida en Praga y nacionalizada estadounidense, Gerty Cori fue la primera mujer en recibir el Premio Nobel de Medicina en 1947. Junto a su esposo Carl, descubrió cómo el cuerpo procesa el glucógeno, un componente esencial para la energía celular.

Este hallazgo permitió entender mejor enfermedades como la diabetes y trastornos metabólicos. Cori demostró que las mujeres también podían destacar en laboratorios dominados por hombres.

Helen Brooke Taussig (1898–1986)

La cardióloga que salvó a los "bebés azules"

Helen Taussig fue una cardióloga pionera en cirugía pediátrica. En los años 40, creó una técnica quirúrgica para tratar a los “bebés azules”, niños que nacían con una malformación cardíaca.

Gracias a su trabajo, nació la cirugía cardíaca infantil moderna. Además, lideró campañas contra el uso de medicamentos peligrosos durante el embarazo, como la talidomida.

Françoise Barré-Sinoussi (1947–)

La científica que ayudó a descubrir el VIH

En los años 80, Françoise Barré-Sinoussi fue una de las investigadoras que logró aislar el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida. Por este logro recibió el Premio Nobel en 2008.

Su descubrimiento fue clave para el desarrollo de pruebas de diagnóstico y tratamientos antirretrovirales. Hoy sigue trabajando para que la ciencia sirva a quienes más lo necesitan.

Curiosidades que quizás no sabías

  • En el Antiguo Egipto ya existían mujeres médicas, como Peseshet, considerada la primera mujer doctora conocida por la historia, alrededor del año 2500 a.C.
  • Muchas mujeres que querían estudiar medicina en Europa durante el siglo XIX tenían que viajar a Suiza, donde las universidades eran más abiertas a recibir mujeres.
  • En la Edad Media, las parteras eran las únicas que asistían partos y tenían conocimientos médicos prácticos, aunque luego fueron perseguidas por la Inquisición.

¿Por qué es importante recordar a estas mujeres?

Hablar de mujeres en la historia de la medicina no es solo un acto de justicia, sino también una forma de inspirar a nuevas generaciones. Durante siglos, se las apartó de las universidades, de los premios, de los libros. Pero ellas encontraron formas de contribuir, de sanar, de investigar y de liderar.

Gracias a su esfuerzo, hoy la medicina es más inclusiva, más humana y más avanzada. Y aunque todavía queda mucho camino por recorrer, su legado nos recuerda que el talento no tiene género.

Conclusión: la medicina también tiene rostro de mujer

Detrás de cada avance médico que mejora nuestras vidas, puede haber una historia de lucha, perseverancia y sabiduría femenina. Este recorrido por algunas de las mujeres más importantes de la historia de la medicina es solo el comienzo. Muchas más esperan ser reconocidas, y muchas otras están haciendo historia ahora mismo.

No dejemos que sus nombres se borren. Sigamos contando sus historias, aprendiendo de sus logros, y construyendo una medicina más justa para todos.